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Destino de diciembre: Nueva York

Destino de diciembre: Nueva York

Nueva York, la ciudad de los sueños, es un auténtico hervidero de culturas y el lugar con más acción y diversión del planeta. Amanda Coletta, nacida y crecida en Nueva York, no ha vivido nunca en ningún otro lugar y quiere compartir con vosotros las razones de su inquebrantable amor por su ciudad natal.

“Uno pertenece a Nueva York inmediatamente. Uno pertenece a esa ciudad en cinco minutos tanto como en cinco años”. Tom Wolfe

Creo a pies juntillas en esta cita de Tom Wolfe. Muchos de mis amigos me han explicado que, nada más poner un pie fuera del avión, les ha invadido una sensación de pertenencia al lugar. Como si toda la vida les hubiera faltado una pieza del rompecabezas y la encontraran finalmente en Nueva York.

Tengo la suerte de haber crecido en Nueva York. La energía de la ciudad fluye por mis venas y, aunque me encanta viajar por todo el mundo, siempre regreso a casa. Yo pertenezco a Nueva York y ella me pertenece a mí. Cuando me alejo demasiado, siento la necesidad de volver. Mi equilibrio necesita restaurarse. Necesito sentir la energía de la ciudad, la vorágine de ocho millones de personas moviéndose más rápido que el resto del mundo a mi alrededor.

Es curioso, porque siempre que viajo al extranjero y alguien me pregunta de dónde soy, mi respuesta nunca es: “Soy de Estados Unidos”. Y no será porque no me sienta orgullosa de ello… Sin ninguna vacilación, siempre respondo: “Soy de Nueva York”. ¿Pero a quién intento engañar? Lo cierto es que ya casi nadie me lo pregunta, sino que lo dan por sentado y directamente me dicen: “Eres de Nueva York, ¿verdad?”.

Ando rápido, hablo rápido, ¡lo hago todo rápido! Voy casi siempre vestida de negro, tengo un horario intempestivo y nunca, nunca, me he sacado el carné de conducir. Lo único que suele confundir a la gente es mi acento o, mejor dicho, mi falta de acento (gracias a años de entrenamiento teatral) y mi simpatía (gracias a años de trabajo conmigo misma).


El inconfundible tráfico de Nueva York

Hablando de simpatía… Los neoyorquinos son seguramente la gente más simpática que jamás conocerás. Lo que muchos perciben como indiferencia o mala educación suele ser en realidad prisa. Los neoyorquinos están acostumbrados a calcular el tiempo al milímetro y, si pierden el metro o no encuentran un taxi, su agenda perfectamente planificada se va al garete.

Los neoyorquinos nunca dejarán que un turista se pierda en la ciudad. ¿No sabes cómo llegar a un lugar? ¡Pregúntanos! En tiempos de crisis -lamentablemente hemos vivido unas cuantas- los neoyorquinos se ayudan unos a otros. Nueva York quizá sea una de las ciudades más grandes del mundo, pero en tiempos de necesidad, nos apoyamos los unos a los otros. Nueva York favorece las conexiones humanas como ninguna otra ciudad en el mundo.

En Nueva York viven ocho millones de personas en busca de un sueño. No conozco ninguna otra ciudad de la que se diga: “Si lo puedes hacer aquí, lo puedes hacer en cualquier parte”. ¿Quieres alcanzar tus objetivos y ser el mejor en lo tuyo? ¡Nueva York es tu lugar!


En Nueva York viven ocho millones de personas

Dennis González dijo una vez: “Me encanta Nueva York porque dentro de sus fronteras puedes viajar por el mundo entero”.

Conocer otras culturas es, sin duda, un buen motivo para viajar, pero me considero afortunada de vivir en una ciudad en la que diariamente se hablan casi 800 idiomas diferentes. ¡Un auténtico hervidero de culturas! Vivir rodeada de culturas diferentes tiene sus ventajas. Por ejemplo, si me apetece cualquier comida del mundo, sea la que sea, puedo conseguirla en menos de una hora y a cualquier hora del día o de la noche. Un pierogi en Veselka, un sándwich de pastrami en Katz’s, un plato de omakase en Sushi Seki a las 02:00, un plato de pasta con una copa de vino a medianoche en Dell’Anima o incluso una barbacoa coreana en Kang Ho Dong Baekjeong a las 05:00.


Visita Central Park si buscas paz y tranquilidad

Escuchar un montón de idiomas mientras viajo en metro es como escuchar música celestial. La banda sonora que acompaña a los neoyorquinos no es precisamente el silencio, pero si lo fuera, sería extraño. ¿Alguna vez te has parado en una esquina de Nueva York y te has puesto a escuchar? Me refiero a escuchar de verdad. Los sonidos, las conversaciones, la música, los distintos idiomas, las bocinas de los coches, los bebés que lloran…

Los sonidos de la vida cotidiana. Entre tanta locura también existen momentos de paz. Disfrutar de una siesta en Central Park, comer a mediodía entre el caos de Bryant Park, ir en kayak por el río Hudson, estudiar en la Rose Main Reading Room de la Biblioteca Pública de Nueva York, visitar The Cloisters, tomarte un momento de reflexión en el memorial del 11-S… La lista es interminable.

Nueva York está repleta de contradicciones: paz y caos, tranquilidad y ajetreo, lujo y escasez, diversión y seriedad… Es el yin y el yan. El equilibrio que siempre me hará regresar. Por todas estas razones, quiero ser neoyorquina para siempre.

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