Descubre las obras que no puedes perderte el el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid.
Nos adentramos en uno de los museos de arte contemporáneo más importantes de nuestro país. En el Museo Nacional Reina Sofía descansan algunas de las obras clave de nuestra historia más reciente. ¿Comenzamos la ruta por esta increíble pinacoteca?
Guernica, de Pablo Picasso, 1937
Una de las piezas más icónicas del genial pintor malagueño cuelga de una de las paredes del Reina Sofía. Este cuadro, pintado con todos los matices del gris que van del blanco al negro, representa un trágico evento, que debe siempre permanecer en nuestra memoria:
el bombardeo de esta pequeña localidad del norte de España.
Sus dimensiones, con casi 8 metros de largo, así como la ausencia de color, hacen que sea una pieza realmente sobrecogedora.
La table du musicien (La mesa del músico), de Juan Gris, 1926
Esta pieza, tan representativa de la predilección del artista por los instrumentos musicales y todo lo que los envuelve, supone un óleo cargado de belleza, que nos obliga a contemplar con serenidad.
Juan Gris es uno de los maestros del cubismo, y en el Museo Reina Sofía tendremos la fortuna de deleitarnos con más de una de sus obras.
Visage du Grand Masturbateur (Rostro del Gran Masturbador), de Salvador Dalí, 1929
Esta pintura, con esas formas retorcidas y evocadoras, en medio de uno de esos paisajes desolados de horizonte despejado tan característicos de Dalí, nació después de que el artista pasase sus primeros días junto a Gala. La que se convertiría en su nueva e incondicional musa por el resto de su vida.
En la imagen vemos cómo el artista se ha representado a sí mismo varias veces, en escenas que están ocurriendo simultáneamente, mientras todo gira en torno a una peculiar roca de Cabo de Creus en la que creyó adivinar su rostro.
Blau amb quatre barres roges (Azul con cuatro barras rojas) de Antoni Tàpies, 1966
La pieza, concebida por uno de los autores españoles más destacados, es fiel reflejo del estilo único que le caracterizaba. Tàpies, exponente del informalismo, experimentaba con texturas, materiales terrenales e improvisados, en una paleta de colores que nos transmite siempre cierta serenidad.
No dudaba en emplear materiales pobres, incluso deshechos, dándoles una nueva vida que traspasaba estilos y conceptos, mezclando técnicas y texturas, hasta dar con esa obra tan particular que representa ese peculiar carácter del autor catalán.
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Cartes et dés (Naipes y dados) de Georges Braque, 1914
El cubismo tiene la capacidad de atrapar al espectador, haciéndole viajar por sus formas y sus aristas a veces imposibles. Esta pieza tiene la particularidad de haber sido pintada justo antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, cuando Braque y Picasso seguían, artísticamente, caminos muy similares. Tras la guerra, los dos artistas evolucionaron hacia distintos derroteros.
En esta obra, en la que todo lo representado gira en torno al mundo de los juegos de azar, se muestran volúmenes de gran complejidad, incluyendo el uso de diferentes materiales que el artista empleaba en busca de ese efecto que seduce al espectador.
Totalisateur (Totalizador), de Francis Picabia, 1922
Este artista multidisciplinar viajó desde el impresionismo hasta el surrealismo, pasando por el cubismo, el dadaísmo y el fascinante movimiento dadá. En esta obra Picabia juega con la abstracción geométrica, puliendo su estilo hasta lograr esa particularidad que lo convierte en este artista tan valorado. En esta pieza nos habla a través de un lenguaje formal, tomado de la mecánica y la maquinaria, sin dejar de lado la simbología sexual.
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Peinture (Escargot, femme, fleur, étoile) (Pintura [Caracol, mujer, flor, estrella]), de Joan Miró, 1934
En esta pieza se vislumbra el estado emocional del artista, con figuras grotescas, y con cierta monstruosidad. Sentía preocupación por los tiempos convulsos que se vivían en Europa, una angustia que el cuadro nos transmite al primer vistazo. Lo que antes, en la obra de Miró era ingenuidad, luz e infantilismo, ha cambiado su cromatismo, pero sin dejar de ser una de esas obras excepcionales y llenas de lirismo a las que el autor nos tiene acostumbrados.
Contre le fonctionnalisme idéaliste. Le fonctionnement symbolique-physique matérialiste (En contra del funcionalismo idealista. El funcionamiento simbólico-físico materialista) de Brassaï, 1933.
Esta fotografía, positivada en gelatinobromuro sobre papel, muestra un instante capturado por el fotógrafo húngaro. Su obra trata, serie a serie, de inmortalizar la belleza desde una mirada única. En este caso, las diferentes interpretaciones que nos puede inspirar la imagen quedan marcadas por un título tan reflexivo y terrenal.