Desde el saint-honoré al milhojas pasando por los macarons, Musement te trae los 10 postres y pasteles más típicos de la gastronomía francesa.
Muchos seguro que ya los conoces y puede que hasta los hayas probado alguna vez (¡o muchas!). Otros quizás te suenen un poco menos… pero lo que está claro es que, después de leer este artículo, te entrarán unas ganas enormes de ¡descubrirlos y saborearlos todos!
Estas son las 10 joyas de la pastelería francesa:
1. Paris-Brest
¿Sabes de dónde viene el nombre de este popular postre de la gastronomía francesa? Este pastel de pasta choux relleno de crema muselina con praliné y espolvoreado con almendras laminadas debe su nombre a una famosa carrera ciclista que tuvo lugar entre las ciudades de París y Brest en 1891. Unos veinte años más tarde, Durand, un pastelero de Maisons-Laffitte, decidió rendir homenaje a la carrera y a sus ciclistas inventando esta maravilla gastronómica.
2. Macarons
Parece ser que los franceses tienen que agradecer a Catalina de Médicis (y por lo tanto a Italia) la presencia de los macarrones en suelo francés. En los últimos tiempos, grandes nombres de la repostería francesa, como Pierre Hermé o la Maison Ladurée, han contribuido a incrementar, aún más si cabe, la notoriedad de estas pequeñas galletas rellenas con ganache de diferentes sabores.
3. Éclair
Independientemente del relleno (de chocolate, café u otros sabores más exóticos…), los éclairs son el pastel perfecto para terminar cualquier comida. Aunque la crema y el glaseado pueden variar, tanto las versiones más clásicas como las más innovativas siempre utilizan la base de pasta choux, muy común en la repostería francesa.
4. Tarta tropézienne
Saint-Tropez: sol, vacaciones, playa y… ¡la tropézienne! Este postre es todo un símbolo de la alegría de vivir y de las vacaciones en la Riviera Francesa. Dice la leyenda que Brigitte Bardot probó por primera vez este brioche relleno de crema chiboust creado por el pastelero polaco Alexandre Micka durante el rodaje de Y Dios creó a la mujer. Le gustó tantísimo que fue ella misma quien sugirió el nombre para el pastel.
5. Religieuse
Los ingredientes de este pastel son parecidos a los del éclair (pasta choux, crema pastelera, glaseado y un pequeño extra: crema de mantequilla). Las dos versiones más populares son la de chocolate y la de café, y su forma recuerda al hábito de las monjas, de ahí su nombre. Su origen se remonta al siglo XIX en el famoso café Frascati de París.
6. Tarte Tatin
Puede ser que uno de los postres franceses más apreciados en todo el mundo sea fruto de un “accidente” culinario. Una de las características de este postre es que es una tarta “al revés”, ya que las manzanas (y no la masa) se ponen por debajo. La leyenda dice que una de las hermanas que regentaba el Hotel Tatin en Sologne se despistó y cocinó demasiado las manzanas; y en vez de tirarlas, echó la pasta por encima y la horneó, dando lugar a la famosa tarte tatin.
7. Tarta ópera
Con su estilo delicado y elegante, como muchas otras estrellas de la pastelería francesa, la tarta ópera no está libre de controversia. Varios pasteleros, incluyendo a Gaston Lenôtre, reclamaron la autoría, aunque parece ser que esta sabrosa invención es obra de un pastelero de la Maison Dalloyau.
8. Canelés de Burdeos
Si Burdeos es famoso por sus vinos, también lo es por sus canelés. Este dulce con aroma a ron y vainilla es un verdadero emblema de la ciudad. El canelé debe su nombre a su forma cilíndrica con bordes estriados, que es el resultado de hornearlos en un molde de cobre acanalado.
9. Milhojas
Tres capas de hojaldre con dos capas de crema pastelera… ¡hablamos del milhojas, por supuesto! Degustarlo es todo un arte: debe comerse a la temperatura adecuada, ni demasiado caliente (para evitar que la crema se desparrame), ni demasiado frío (para que sea suave y se sientan todos sus aromas); y sobre todo, el milhojas debe ser muy fresco, para que la textura del hojaldre sea crujiente.
10. El saint-honoré
Este pastel lleva el nombre del patrono de los panaderos y pasteleros. Se dice que un joven pastelero de la pastelería parisina Chiboust, situada en la calle Saint-Honoré, inventó este dulce en 1840 y decidió nombrar su creación en honor al santo, un antiguo obispo de Amiens, para rendirle homenaje.