De parada obligada si estás visitando la capital de los Países Bajos, la Museumplein de Ámsterdam (Plaza de los museos) es el lugar ideal para sentarse a descansar, dar un paseo o visitar algunos de los museos que la rodean. Uno de ellos, y quizás el más importante, es el Museo Nacional de Ámsterdam, más conocido como el Rijksmuseum.
El edificio que alberga el museo en la actualidad es un palacio gótico-renacentista. Si eres amante del arte, en el interior no solo encontrarás la colección más exhaustiva e importante de obras del pintor holandés Rembrandt, sino que además podrás disfrutar de la colección de arte más extensa del siglo de oro neerlandés, así como de una gran colección de obras asiáticas.
No es difícil perderse entre las más de ocho mil obras que el museo tiene en exposición, por eso hemos preparado esta lista de las 10 obras imprescindibles que debes ver en tu visita al museo más importante del país, una de las actividades en Ámsterdam más populares.
Autorretrato con sombrero de fieltro gris, Vincent Van Gogh
El pintor holandés más conocido se mudó a París en el 1886 y fue durante esa época, coincidiendo con su peor estado de salud, cuando realizó decenas de autorretratos. Hay quien dice que el pintor quería ahorrarse el coste de contratar a modelos. En este, de 1887, se muestra a sí mismo a la moda parisina de la época, al más puro estilo francés a través de sus característicos trazos frenéticos y colores llamativos.
Mujer leyendo una carta, Vermeer
Esta obra de Vermeer destaca por su simplicidad y sobre todo por romper con sus composiciones más comunes, prescindiendo de la habitual ventana a la izquierda y dando el protagonismo total a la mujer que lee absorta una carta, dejando a todos los objetos de la habitación en un segundo plano. Se dice que la mujer en cuestión podría ser su esposa o que incluso podría tratarse de una mujer embarazada.
La lechera, Vermeer
En esta, una de las obras más representativas del pintor barroco, se aprecia la simplicidad de lo cotidiano y se combina con la postura de la mujer que recuerda a una elegante estatua clásica, quieta en medio de la obra. Vermeer consigue transformar una actividad cotidiana en una obra de arte espectacular a través de su dominio de la luz, las sutiles texturas de su paleta y su capacidad de congelar la acción en una instantánea.
La ronda de noche, Rembrandt
Obra maestra del pintor por excelencia y sin duda la más preciada del museo. Una de las pinturas más conocidas del siglo de oro holandés y por lo tanto imprescindible en esta lista. Sus grandes dimensiones hacen que no pase desapercibida. Rembrandt, con su alabado uso del tenebrismo, jugando con la luz, las sombras y la percepción de movimiento atípica de este tipo de instantáneas militares, invita al espectador a adentrarse en esta estampa de casi escala real.
Marten y Oopjen, Rembrandt
Este único conjunto de dos retratos complementarios fue completado por el artista en 1634 y tras permanecer en una colección privada durante más de cuatro siglos fue comprada conjuntamente por el Louvre y el Rijksmuseum en 2016 por 160 millones de euros. Los dos museos comparten los derechos de exposición y ahora es el turno del Rijksmuseum. Las dos obras de más de dos metros de altura destacan por el sutil uso de la luz sobre el fondo y los tejidos oscuros. Los dos jóvenes recién casados retratados en la obra representan el auge de la república holandesa a través de la opulencia y el orgullo plasmados en sus atuendos, a la última moda francesa de la época.
La Guardia cívica de Ámsterdam celebra la Paz de Münster, Bartholomeus van der Helst
Contemporáneo de Rembrandt, Van der Helst fue conocido por sus retratos y en esta, una de sus obras más alabadas y una de las más importantes del pintor, representó la firma de la paz de Münster. La obra plasma un momento crucial en la historia de Europa, ya que esta firma pondría fin a la guerra de los ochenta años entre España y los Países Bajos y daría lugar a un nuevo régimen europeo dejando atrás el feudalismo de los siglos anteriores.
Paisaje invernal con patinadores sobre hielo, Hendrick Avercamp
Avercamp es bien conocido por sus perspectivas aéreas y es considerado uno de los máximos exponentes del paisaje invernal por el dominio de las luces y el detalle en sus obras, haciendo partícipe al espectador de toda acción que tiene lugar en la escena. En esta obra de 1608 nos muestra el ir y venir de todo tipo de personas involucradas en una gran variedad de actividades, desde jóvenes patinando a burgueses paseando e incluso gente haciendo sus necesidades al aire libre.
La batalla de Waterloo, Jan Willem Pieneman
Esta es una de las obras más grandes que podrás ver en el museo. Sus más de 8 metros de largo ocupan una sala entera del museo. En ella se puede ver al duque de Wellington en el centro tras recibir las noticias de que el ejército de Prusia está en camino, lo que llevaría a la victoria en esta épica batalla después de 20 años de guerra.
El síndico de los pañeros, Rembrandt
Una vez más, Rembrandt demuestra a través de este retrato colectivo que le fue encargado en 1662 su don para pintar rostros y plasmar en ellos la personalidad de sus dueños. En este óleo podemos ver a cinco síndicos y un servidor en la parte de atrás, el único sin sombrero. El foco está en sus expresiones faciales, cada una diferente y única que hacen de esta una de las obras más preciadas del pintor y más representativas de su estilo.
Retrato de Don Ramón Sauté, Francisco de Goya
Este retrato realizado por Goya el 1823 en Madrid fue adquirido por el museo un siglo más tarde. La obra es un agradecimiento del pintor español a Don Ramon Sauté y a su tío, José Duaso y Latre, por haberlo acogido y escondido durante el principio de la represión anti-liberal absolutista en España y antes de exiliarse a Burdeos en 1824. La expresividad de la obra recae en el rostro de Don Ramón, desafiando al espectador con su mirada intensa.